AUTOIMAGEN I: Reflexiones en torno al discernimiento; el sujeto y su contemporaneidad a partir de Moshé Feldenkrais

ABRIL, 2010



Creo que conocerse a sí mismo es lo más importante que un ser humano puede hacer en su favor. Pero, ¿cómo puede una persona conocerse a sí misma? Aprendiendo a actuar, no como debería hacerlo, sino como en realidad lo hace. Tenemos grandes dificultades para diferenciar entre lo que hacemos como debiéramos y lo que queremos hacer con nosotros mismos”1


Autoimagen coincide para mí con una cosmovisión respecto a sí mismo y para lo que hoy nos convoca, me propongo reflexionar siempre a partir de y en torno a mi propia autoimagen. La mirada que propongo sobre mí, que me surge en torno a este concepto y desde la perspectiva en que, tanto Moshé Feldenkrais como Gerda Alexander2 lo conciben, se construye en base a una concepción holística de nuestro ser.

Existen puntos de vista a través de los cuales podemos acercarnos a una definición sintética de este concepto y que a su vez pueden en conjunto englobarlo. Moshé Feldenkrais considera tres factores sobre los cuales es importante acentuar para ser más precisa respecto a las afirmaciones presentadas anteriormente. Estos factores, componentes de la conformación de la autoimagen, son la herencia, la educación y la autoeducación3. Estos, se relacionan entre sí a través de las diversas formas culturales en que se estructura la o una sociedad y se unen y confunden en el interior, en la intimidad del individuo, que para este caso, como ya he repetido, soy indudablemente yo misma. Hago esta distinción, pues no me parece valido hablar respecto a muchas personas en cuanto a este concepto y su afán, sino más bien acerca de los conocimientos y experiencias que poseo y a su vez, en directa relación con mi punto de vista actual respecto de este y a todos los temas que rozan y dibujan la autoimagen para las técnicas de terapia corporal.

Teniendo en cuenta que la herencia es inmutable respecto a la educación y a la autoeducación; que la educación aborda la conexión más próxima del individuo con el mundo y que luego, es la autoeducación la que nos permite seleccionar y escoger, concertamos en que un ser humano se proyecta y se comporta siempre desde y a través de estos términos, por lo tanto su relación con estos factores es determinante a la hora de concebir y abordar su propia autoimagen. Igualmente, creo que podría ser posible conocer a un sujeto de forma profunda con tan solo oírlo hablar de estos, aunque en este caso viene a ser más importante apuntar hacia nosotros mismos, no a conocer a otros. Por otro lado, me es grato pensar que los cambios a los que deseemos someternos pueden provenir desde un análisis profundo de nuestra autoimagen y no tan solo dedicados al análisis de nuestro esquema corporal, sino también respecto a motivaciones personales diversas, como por ejemplo para el desarrollo de nuestra inteligencia emocional o intelectual, en decisiones como optar por un trabajo, un viaje, como también al saciar nuestro deseo de consumo, comprando un auto nuevo o ropa. Ahora, se plantean cuatro componentes fundamentales que intervienen en la autoimagen para todo orden de acciones, estos son el movimiento, la sensación, el sentimiento y el pensamiento. Todo ser humano podría distinguir entre estos 4 cauces alguno que le sea familiar o alguno a través del cual pueda relacionarse más directamente, pero sin duda que todos somos parte de ellos. Para la danza y luego para la pedagogía en la danza o la danza educativa, el movimiento es siempre el motor fundamental, pero jamás y sobre todo en la escuela en la que trabajamos4, se pueden olvidar estos otros tres componentes, siendo ellos los que en gran parte delinean un foco de interés para nuestra forma de enseñar y abordar la danza. En primer lugar, el movimiento es la característica que hace la danza como representación artística y como arte escénico; pero la sensación siempre estará presente, primeramente como una vía para acercarnos al movimiento y a la construcción metafórica, biológica y/o física de este, como entre otros fines. A su vez, el sentimiento y el pensamiento, propios o de un conjunto, se encuentran dispuestos a ser influyentes en la danza en todo momento, a partir de la perspectiva que el sujeto – bailarín, coreógrafo, espectador, etc. - tenga respecto de su realidad. Todos estos componentes forman parte de la construcción de nuestra subjetividad, y son influyentes para la construcción de la danza en tanto escena o experiencia pedagógica.

Durante estos tres años completos de estudios académicos e institucionales, he vivido en constante conflicto respecto a mí misma, a los otros y respecto a la sociedad (mi visión jamás esta excluida de la contingencia social, cultural y política, desde mis universos más cercanos, hasta lo que en el mundo global va sucediendo). Estos conflictos tienen muchas de sus raíces sobre el como yo misma me enfrento al movimiento, y no en un sentido extracotidiano, sino que en todo momento es mi mundo interior el que esta siendo cuestionado para movilizarme por el espacio y para movilizar mi espacio interno. Ahora, la percepción que otros tengan sobre mi, la llevo en todo momento a cuestas y también, sobre todo en el caso de mis profesores guías, me ha influido. Desde mi perspectiva esta experiencia educativa se trata de poner en jaque constantemente nuestra autoimagen.

A partir de allí, y en apoyo a lo que Feldenkrais retrata sobre su propia visión política de las cosas5, los espacios para abordar nuestro intimidad y nuestro accionar, son limitados, entonces en este sentido, la posibilidad que otorga la danza en su orientación pedagógica implica someter al individuo a sí mismo, y no ensimismarlo como un individuo productivo. Creo, y para profundizar más en esto último, que la gran mayoría de los países del planeta, sobre todo del mundo occidental, funcionan a través del sistema económico y político del neoliberalismo, que condiciona a la mayoría a un ciclo productivo centrado nada más que en sí mismo y al consumo por el sobreconsumo. Esto es el objetivo de la vida, a grandes rasgos, el seguir produciendo para perpetuar tanto el sistema, como la vida humana, la evolución de nuestra especie y de la tecnología6. Si bien podría definir muchos objetivos de un sistema neoliberal, es en gran parte una consecuencia directa de cualquiera de ellos la enajenación del individuo, teniendo en cuenta que la diversidad de objetivos y motivaciones que profesamos todos son demasiadas, pero que no podemos ocultar que todos trabajamos por y para el mismo sistema y a través de este nos es posible vivir: comer, dormir, defecar, etc.

Todas estas reflexiones que giran en torno a un lugar desde el cual podemos hablar o discutir el concepto autoimagen, señalan concepciones importantes respecto a la aplicación de éste sobre mi misma. Ahora, podría aseverar que mi autoimagen se delinea en torno a una perspectiva de ser humano específica, a una visión política y finalmente a una conclusión (una de muchas) que a través de mi autoaprendizaje aplico sobre la sociedad, sobre la educación que se me ha impartido e indudablemente en relación al acervo biológico y cultural que atesoro.

En la medida en que leía a Feldenkrais, descubrí que existe un sustento teórico capaz de solventar la existencia de la autoimagen no solo como un concepto digerible culturalmente, sino como una noción precisa respecto a la conformación de nosotros como humanos, desde que nacemos hasta que adultos nos hacemos, o respecto a nuestra historia evolutiva. Además, comencé a comprender aspectos de lo que la autoimagen implica para mí, en ámbitos que me encontraba lejos de imaginar y proyectar. Luego de haber trabajado tres años en conocimiento de la existencia de este concepto (en Eutoní precisamente), es hoy cuando comienzo a comprender su envergadura, tanto para mi intimidad como para mi quehacer disciplinar y profesional. En este sentido, espero que halla sido por parte de la escuela una elección el enseñarnos de este modo, es decir, desde la práctica hasta finalmente llegar a la teoría. No estoy segura de ello. Pero de todas formas, hoy me siento más satisfecha que nunca al respecto, pues soy una persona cuyo proceso de enseñanza-aprendizaje es mucho más provechoso cuando se le imparte desde la teoría en conjunto con la práctica.

Me he cuestionado mi propia autoimagen y a su vez, mi reacción sobre toda ella respecto a lo vivido en el ramo de conciencia corporal y en todo el resto de los ramos de la carrera. A partir de un “me siento bien” luego de cada clase del ramo, he desprendido una serie de reacciones que surgen ambivalentes a esta sensación. Que a veces se contraponen en el curso del mismo día, pero creo que ello habla de que al leer, he descubierto que la autoimagen abarca un universo mucho mayor al que imaginaba, uno que es plenamente personal pero que le otorga un sentido a mis acciones y a mis relaciones con otras personas.

En cuanto a su aplicación en el campo de la danza, creo que su aporte es infinito e indispensable dentro de las prácticas contemporáneas de esta. Debiera incluirse sobre todas las técnicas y estilos, aunque es un hecho que nuestra escuela es una de las pocas que profundiza en este tema. No podría aventurarme a imaginar como hubiese sido mi proceso formativo en la escuela sin esta línea y sin estos conocimientos, mas creo en el desarrollo y amplitud de la conciencia como un valor fundamental. De hecho, la reflexión y el pensamiento crítico respecto del acontecer y de la vida, son agentes que creo, potencian alcanzar la amplitud y plenitud de nuestra conciencia. A través de la conciencia corporal y del reconocimiento de nuestros impulsos orgánicos7, es posible estar al tanto de nuestra realidad y de relacionarnos con ella a través de la conciencia de la existencia de la otredad en su sentido más puro.

Creo que como artistas, nos vemos obligados a enfrentar una perspectiva personal, un punto de vista respecto del mundo. Al estudiar, conocer e indagar en el propio ser, al ampliar la conciencia en forma individual, desembocamos de manera casi obligada en lo colectivo, en el otro, en el ser más próximo y en el más distante, tanto a través de la identificación y la empatía que podremos generar, como gracias a que abordamos con atención lo externo como parte de lo propio. Creo que esto se produce específicamente poniendo énfasis sobre la autoobservación y poniendo en jaque los propios hábitos, actitudes y acciones. En este sentido, si tomamos la decisión de cambiar algo de nosotros mismos, es imposible no tomar en cuenta la o las posibles consecuencias. Pero si miramos el mundo de tal forma que nuestros ojos solo estén en contacto con la perspectiva de los otros sobre mí mismo, no tendría sentido meditar respecto a nuestra autoimagen, como señala Feldenkrais, la máscara que tendemos a crear de nosotros mismos, se determina siempre respecto al resto y se contrapone en casi todos los casos, con nuestros impulsos orgánicos8. Concuerdo entonces, con que al darle atención a la propia imagen y pronto, sobre todo luego de internarnos en las teorías de Fendelkrais, a nuestros impulsos orgánicos, nos acercamos a una auto aceptación que se convertiría en un aporte para la convivencia con otros. Creo, respecto de mi experiencia y autoaprendizaje, que en la medida en que estoy conectada y concentrada en mi autenticidad, mi relación con otros es cada vez más sincera y altruista. Esto es primordial y casi siempre imprescindible para establecer contactos pedagógicos, para hacernos cargo de la formación de otros. Desde la educación en general hasta las escuelas en particular9 y volviendo a los factores influyentes en la construcción de nuestra autoimagen, el aprendizaje, uno de los que se relaciona directamente con la influencia cultural en el individuo y con su sentido de pertenencia a un territorio a través del lenguaje y de las tradiciones, se puede construir un espacio para la danza, tomando en cuenta que es inseparable del ser su integralidad, en relación a su movimiento, su pensamiento, sus sensaciones y sentimientos. Así, concluyo que no podemos distanciarnos de este lugar para educar, sobre todo para quienes como yo, renegamos de la enajenación social y política en la que vivimos inmersos y creemos que la educación es formal un invento sociohistórico a punto de derrumbarse10. Solo que con esto y para llegar también a una reflexión más global y exacerbada, debemos asimilar en nuestra identidad, la existencia de una memoria, de una evocación constante desde la construcción de cualquiera de nuestros pensamientos o acciones. Entonces, así como le damos un contexto a este campo de investigación, le otorgamos también un campo de acción y desarrollo, y luego, para el propio beneficio, le damos también un sentido único y personal a nuestro arte del movimiento: puede ser un relato abstracto, metafórico o íntimo; pero nunca exento del sujeto y su contemporaneidad.

1 “La dificultad de ver lo obvio”, Moshé Feldenkrais, Editorial Paidós, 1996, Buenos Aires. Pág. 13.

2 Aquí apunto a la culminación de tres años de experiencia en la rama de la Eutonía y casi dos meses en el método Feldenkrais, igualmente apoyado en la lectura de todos los textos mencionados en la bibliografía de este trabajo.

3 “Autoconciencia por el movimiento”, Moshé Feldenkrais, Editorial Paidós, 2009, Buenos Aires.

4 Referente a la escuela de Pedagogía en danza de la Universidad de Arte y Ciencias Sociales, ARCIS.

5 “Autoconciencia por el movimiento”, Moshé Feldenkrais, Editorial Paidós, 2009, Buenos Aires. Págs. 14-15.
6El propósito de un hombre en la vida es cosa particular y suya, hasta cierto punto. Un hombre sueña con la felicidad, otro con la riqueza, un tercero con el poder, un cuarto con el conocimiento o la justicia, y otros aun con la igualdad. Pero aún no hemos empezado a conocer el propósito de la humanidad como tal. La única idea de base razonable y aceptada por todas las ciencias es la de que el desarrollo de las criaturas vivas sigue una dirección y de que, en ese desarrollo, el hombre ocupa el peldaño más alto de la escalera. Esa dirección de la evolución podría ser interpretada también como su propósito.”; “Autoconciencia por el movimiento”, Moshé Feldenkrais, Editorial Paidós, 2009, Buenos Aires. Pág. 57


7 Ibidem.

8 Ibidem.

9 Concepción extraída del texto “Escuela y posmodernidad: Análisis posestructuralista desde la psicología social de la educación”, de María de la Villa Moral Jiménez, Revista Iberoamericana de Educación, Pág. 206, N.° 49, 2009, España.

10 “Los tradicionales cimientos sobre los que se edificaron las escuelas (verdad, razón, conocimiento, esfuerzo, disciplina, preparación para la vida e inserción socioprofesional, etc.) se tambalean. Representan un signo inequívoco del intento de recurrir a la ritualización, amparada en la tradición, como modo de superar las ambivalencias, dudas, contradicciones, relativizaciones e incertidumbres que dominan en la sociedad contemporánea.” María de la Villa Moral Jiménez, “Escuela y posmodernidad: Análisis posestructuralista desde la psicología social de la educación”, Revista Iberoamericana de Educación, Pág. 206, N.° 49, 2009, España.

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