Hablar a través de la danza de la dictadura, y por sobre todo, desde
la visión de nuestra generación suena innovador, un desafío que
desde mi parecer la obra “Memoria Compartida”; dirigida por
Lorena Hurtado, presentada en el Centro Cultural Gabriela Mistral
entre el 5 y el 21 de abril de 2013; se toma bien.
Resulta difícil no pensar o hablar sobre este tema sin traer a
colación los discursos que por conocidos, han perdido su sentido.
Siendo un acontecimiento trascendente para este país, observo que su
cauce se articula a través de la reiteración de discursos que no
hacen sus efectos donde debieren. La forma de hacer memoria, de
hablar de política en la memoria, y de generar acciones que
conlleven a conciliar estos actos, no tan solo de manera particular
en los casos en que sea necesario, sino también como país; se ha
apuntalado como suave caricia, desde un acorde paternal o maternal,
no así transformador.
Como acontecimiento, la dictadura y el golpe militar son
circunstancias que no deben repetirse nunca. En este sentido, desde
la política pública, existe un somero interés por el perdón y la
transformación; muchas de nuestras autoridades -personas que tienen
cargos en el gobierno del país- aún vanaglorian a pinochet y
guzmán, actores fundamentales de lo que fue el golpe, la matanza y
persecución de personas, ideologías e ideales.
Así mismo hoy, junto a nuestro pobre concepto de democracia, debemos
convivir con la rastra del silencio, o con qué lo que queremos
decir, debemos decirlo de tal manera que los poderosos no lo noten.
Durante la puesta en escena de la obra de danza contemporánea
“Memoria Compartida”, podemos ver atisbos de esta morfología
cultural, cuando por ejemplo, aparecen las frases “fachos
culiaos” y “momios culiaos” bajo la sombra de una
canción a alto volumen. Aún cuando como espectador alegra oír un
punto de vista respecto de nuestro contexto, su poder de enunciación
se ve desdeñado por la estrategia poética que utiliza: remarcando
una forma y norma cultural que nos pertenece.
De todas maneras vanaglorio este aparecer, en tanto urge que ello
-ver en la obra de arte el punto de vista de sus creadores- sea un
evento recurrente en circuitos artísticos oficiales como GAM.
Probablemente muchos de los artistas que trabajan temas más
abstractos o con métodos conceptuales (dando como ejemplo a Jose
Luis Vidal y su obra “Loop”); posean puntos de vista
políticos que dar a conocer, pero pareciera que se encuentran
inmersos dentro de esta morfología, sostenida por años gracias a
políticas públicas que no permiten decir lo que sea que se quiera
decir, relegando proyectos con el afán de sostener cierta línea
editorial dentro de la práctica artística.
Entiéndase esto, por una parte, no como un ataque personal a Vidal o
Hurtado, sino más bien como la necesidad de revisar y volver a
comprender una noción de política en el arte, hoy cuando es posible
abandonar los mecanismos de represión del pasado mediante la
conciencia de que ya no pueden operar sobre nosotros; dejando de dar
cuenta de lo social como una instancia de paternalismo, sino
más bien articulando la necesidad de lo social para activar al
sujeto de forma individual y colectiva.
Se hace urgente reflexionar a través del arte, lo que no es lo mismo
que identificarse con cierto ideal o ideología, y desvanecer la dicotomía izquierda-derecha. El arte no es una decoración, pero si
se quiere adornar nuestro país con belleza artística, debemos
acoger su reflexión tanto intelectual como sensitiva.
Y es aquí donde recae la importancia de la reflexión de “Memoria
Compartida”: esta obra nos inserta dentro del contexto golpe
militar, y de como este tiene sus efectos sobre los tres intérpretes
en escena (dos bailarines y un actor de profesión), sujetos nacidos
postdictadura a fines de los ochenta. La puesta nos lanza datos desde
alto parlante que activan nuestra memoria, recuerdos compartidos de
la historia de Chile, como el discurso de Allende en la ONU del año
1972, junto a esquelas de memoria particular, que ciñen el recuerdo
a una historia personal que el espectador tiene o pudiese tener en
relación a ellos, al nombrar por ejemplo, gran cantidad de centros
de tortura.
Estos recursos permiten al espectador la identificación con la pieza
de arte, de ahí la importancia de su utilización, de lo que escogemos mostrar y vincular a nuestra creación y del cómo lo
llevamos a cabo. En este sentido, el como se relaciona la obra con el
espectador, el como ingresa dentro de esos planos de identificación,
es fundamental en tanto hace la diferencia entre una obra que solo se
ve a sí misma como pieza de arte y aquella que se propone comunicar.
Para la danza hoy, un arte que aún posee reducidos espacios de
difusión y popularidad, las últimas formas de obra son claves. Las
primeras, solo se dedican a ser adornos desechables, que reiteran
formas culturales estáticas, es decir normadas, y solo aspiran a ser
una voz cual eco, reverberará tres o cuatro veces, para luego
diluirse. No traspasará el sentido de percepción que como sujetos
tenemos del mundo
El creador debe tomar en cuenta que soy yo, el espectador, quien
completa su obra, que soy yo pieza y parte fundamental de su obra,
que no existo yo sin ella. En “Memoria Compartida” esto es
visible, gracias a la temática escogida, pero sobre todo a partir
del método que utiliza, haciendo de esta temática un ejercicio de
transposición, en el cual el intérprete es un espejo del
espectador. Utilizando el sustrato íntimo de su historia, la obra
retrae al espectador sobre si mismo y su estado de ser en ese
momento, así es como una obra causará mayores efectos que otra que
acoja el contenido universal de una historia.
El
trabajo del “estado” en la danza contemporánea
¿A qué
llamamos estado en danza?
El
bailarín en escena no está actuando tal como lo hace un actor de
teatro. El bailarín “interpreta” un cierto estado de cosas,
según el caso lo solicite, según el director se lo solicite, según
la escena lo solicite. Estamos en el caso de la danza contemporánea,
en el cuál no estamos representando una emoción ni hacemos alegoría
de ella o de un objeto, como sucede más comúnmente en la danza
moderna.
El estado
podría ser entrar en un espacio extemporáneo, que no es aquel en el
que se encuentra, creando algo que no existe espontáneamente para
poder llevar a cabo las acciones que la escena compromete con
sentido. Es decir, relacionadas con la temática de la obra y escena.
Esto también será utilizar para intencionar una sensación o ámbito
de comprensión en el espectador.
Surge la
pregunta en “Memoria Compartida”, si este método de creación ha
sido utilizado. Al entrar a la sala donde se llevará a cabo la obra,
los intérpretes están ya allí, sentados en una esquina.
Esto por
una parte podría señalarnos la muerte de la representación, en
tanto el evento no comienza a la hora señalada, sino que viene
sucediéndose. No existe un antes o un después de la obra,
equiparando la existencia cotidiana, con la eventualidad de una pieza
artística.
Por otro
lado, puedo esto ser el artificio necesario, para que los intérpretes
entren en este estado, que
les permitirá ejecutar la muestra con mejores resultados, en tanto
el ingreso en una cualidad particular (que de todas formas ha sido
ejercitada en el proceso de ensayos) e incluso el ingreso ideal en
esta cualidad, será condición de éxito de la muestra. De esta
forma de comprender esta acción, no hay muerte de la representación,
sino que al contrario, el estado,
sería un método para representar aquello que nos proponemos.
Acción y significado
Antes de
dar comienzo a la obra, vemos a tres sujetos y cuatro sillas,
anunciamos la ausencia de alguien. Este guiño, que aparecerá
nuevamente al final, haciendo hincapié en la ausencia, será para
nosotros una idea concreta más que algo que sentir o percibir,
sugiriendo una línea dramática dentro del relato.
Una
acción podría distinguirse de un movimiento en danza, en tanto esta
intenta ser objetiva. Intenta significar, tanto como tener un efecto.
La acción en danza es performativa como Acto de habla1
pues lo que se enuncia se esta haciendo efectivamente. Las
condiciones que hacen de este acto de habla performativo, afortunado,
como dirime Austin, serán la obra, los espectadores, el evento de su
realización. Aún más, la acción y en particular, el señalamiento
de la ausencia en “Memoria Compartida” se entenderá en tanto
sabemos que la temática refiere a la dictadura militar en Chile. Y
el entendimiento es la condición más afortunada que un acto de
habla performativo en danza puede aspirar.
La forma
de entendimiento de la danza contemporánea, no será la misma que
una obra de teatro o de una instalación visual o audiovisual. Tiene
otros procesos, que aún no es posible afirmar que el campo de la
danza los maneje (es decir, conozca y utilice), pero si son inherente
a la práctica de la danza contemporánea, por lo que muchas veces
los sabemos sin hablar de los mismos. Un cuerpo aprende ciertos
ejercicios luego de un año completo de haberlos revisado en un
taller, curso, ramo, etc. El cuerpo de cualquier persona, tiene un
proceso de aprendizaje diferente a la comprensión de un texto, a
pesar de que este tenga más de una lectura. Lo que sucede en nuestro
cuerpo cuando esta interiorizándose en el universo del movimiento o
de la acción, que sería el movimiento con significado, es que se
inserta en un plano de comprensión en el cual convergen muchos
discursos que son interpelados.
La obra
utiliza sus recursos técnicos de forma impecable, desde la
iluminación a la escenografía, que siendo escueta podría
calificarse de corriente minimalista. El vestuario hace alusión a
ropa que los sujetos intérpretes ocuparían en su vida cotidiana.
Los zapatos rojos que utiliza la intérprete son preciosos y
precisos, pero destacan demasiado por sobre las zapatillas de los
otros dos intérpretes, que no fueron estrenadas junto a la obra,
sino que están a mal traer respecto de la impecabilidad de los
zapatos rojos.
Más allá
de este detalle que puede para muchos pasar desapercibido y no
afectar el relato, utilizar ropa cotidiana en una obra de danza
contemporánea es tendencioso. Aún cuando parece una apuesta
coherente respecto del relato que instala la obra, traerá consigo
una referencia que ha sido utilizada en muchas obras de danza
contemporánea, normativizando la propuesta, lo que termina por
restarle autonomía como dispositivo de significado, es decir, a lo
que quiere enunciar este elemento técnico en la puesta en escena.
Tomándolo como Acto de habla, el vestuario no logra ser
performativo, en tanto reitera una norma sin querer hacerlo. No
quiere decir que para que sea performativo, no debe reiterar una
norma, sino que por el contrario, la condición normada que poseen
ciertos actos de habla, en muchos casos les permiten ser
performativos2.
Pero,
¿Cómo podremos utilizar de mejor manera este recurso estético, que
forma parte fundamental de una obra de danza contemporánea, sin caer
en la norma? En mi experiencia, como creadora y espectadora, la ropa
cotidiana se utiliza como vestuario en una obra de danza para hacer
aparecer al sujeto que interpreta la pieza, a su identidad
particular. Así, en este respecto me pregunto: ¿Qué otras
estrategia (vestuarios) podríamos concebir para particularizar al
intérprete?
Finalmente, es posible dar cuenta que el desplazamiento de preguntas
que interpela “Memoria Compartida” en el espectador,
funciona; que existe un interesante desarrollo de acciones, que en
ocasiones sorprende y atrapa, como es el caso del uso de la tiza y el
mapa de recuerdos que esta inaugura. Se torna fundamental que esta
puesta tenga más de tres semanas de circulación en cartelera, que se
logra vincular con muchos más espectadores. Desearía que se muestre
de manera gratuita en parques o centro culturales alejados del
conurbano, que gire por las regiones del país, que cruce la
cordillera y hable de nosotros fuera de él. Y con ello también que
esta y todas las obras de danza contemporánea que le sucedan, digan
lo que les es propio, aquello que a su vez necesita ser escuchado,
sin música ensordecedora de por medio.
1Austin,
J. (1982) Cómo hacer cosas con palabras: Palabras y acciones.
Recuperado de:
http://www.philosophia.cl/
2Un
cura en un matrimonio, por ejemplo, realiza una enunciación
performativa cuando declara marido y mujer a los sujetos que se
encuentran frente a él. Para que este enunciado sea afortunado, es
decir en este caso, que los sujetos se encuentren casados al momento
en que se enuncia esta declaración, deben cumplirse ciertas
condiciones que aluden a las convenciones que se han instituido con
el paso del tiempo dentro del contexto que abraza dicho evento.
Como: la presencia de un cura, un hombre, una mujer, una iglesia,
etc. Estas condiciones emergen en forma de norma pues remiten a un
rol que evoca en su comunidad: marido y mujer, por ejemplo, son
roles que estructuran prácticas como el género, el sexo, la
maternidad, la paternidad, entre otras.
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