Hace unos días, me preguntaba
si el deseo es así tal cual como se manifiesta. Si sería la decantación de un
suceso, un imaginario o una consecuencia, que por costumbre o regulación
cultural, toma forma de universo
conocido. Si de esa sensación que se manifiesta en enunciaciones tales como: “-Deseo a...”, es
posible fiarse.
Dudando de esa sensación y de
su enunciación, es que se estriba este texto.
¿Deseo a tal, o es una
transposición imaginaria de una condición real de existencia? Un deseo
construido desde la ideología (Althusser, 1969) que solo por el hecho de
pertenecerle, es posible poner en duda. O bien, al actuar esta transposición
imaginaria de forma inmediata, le da veracidad a este deseo. O quizás por ser
un estímulo, ese deseo puede considerarse tan solo condescendencia o cortesía.
Ahora, ¿Qué sucede si este
deseo enunciado proviene de un recuerdo, o de un hecho que ya sucedió? ¿Cómo
juzgar su veracidad?
¿Será el tiempo, un factor a
considerar dentro del designio de verdad o falsedad de una enunciación?
(Austin, 1982).
Hace siete años abusaron de mí.
Tomaba un taller de danza, y el profesor ejerció una intimidad entre nosotros
sobre la que no expresé desacuerdo, por lo cual podría inferirse un
consentimiento. El sujeto realiza una acción llevado por su propio deseo,
realiza una transposición imaginaria respecto de una condición de existencia de
la cual solo él dirime si es real o no. Es un acto deliberado, al no reparar en
la presencia de un consentimiento efectivo.
Esto evidencia el poder que
posee el sujeto sobre otra, el cual hace posible que se realicen estos actos.
Al ser mi profesor y probablemente también por ser hombre, el sujeto se
encuentra en una posición que le da la posibilidad de deliberar sobre la
veracidad o falsedad de determinadas sensaciones o enunciaciones y de no
prestar atención sobre si existe un consenso o consentimiento en torno a ellas.
Es por aquí por donde comienzo a dudar del deseo.
Cito:
“El
consentimiento del hombre y el consentimiento de la mujer no tienen, pues,
históricamente el mismo valor. El hombre que consiente parece decidir,
declarar; y la mujer consintiente escoge, pero en un espacio de dependencia
hacia una autoridad. La mutualidad y reciprocidad de los consentimientos no
tienen sentido sino respecto a una justicia marcada por una necesaria
jerarquía.” (Fraisse, 2011, p. 26)
Yo no alcanzaba a dimensionar
en esos años que ello formaba parte de mis desacuerdos o discensus, en palabras de Ranciere
(en Ruby, 2009). Habiendo consentimiento o no, el ejercicio de una acción no
necesariamente se modifica puesto que se da a condición de la ideología,
enmarcada a través de consensus
o discensus preexistentes
y activos de forma permanente mientras nos relacionamos.
Una acción podría modificarse
en el tiempo gracias a una transformación significativa en nuestro consensus. Si surge el discensus, podría
alterar la transposición imaginaria que realizamos sobre una condición real de
existencia, dejando como consecuencia una nueva realidad posible. El discensus
podría alterar algunos de los efectos que esta acción ha producido a lo largo
de tiempo, pero en tanto lo sucedido ya se ha dado lugar, el consentimiento
poseerá las mismas características de jerarquía (Fraisse, 2011); por lo que la
aparición del discensus solo traerá nuevos imaginarios, pero que podrían
ser el primer paso a la conformación de nuevos consensus.
Si bien es inmediata, una
transposición imaginaria depende del criterio del sujeto, de su comprensión del
contexto y de las convenciones que se articulan en determinada situación.
Pareciera ser que si en primera instancia hubiese aparecido el discensus, el abuso
hubiese sucedido de forma diferente, o bien, no se hubiera dado lugar. ¿Tiene
valor ahora el discensus;
si la acción en primera instancia se llevo a cabo en consensus?
Cito:
“En
realidad, lo que se desestructura es la eficacia de ese lenguaje, la idea de
que a ese lenguaje le corresponde una realidad. Ese lenguaje me decía como era
la realidad políticamente, históricamente, subjetivamente, objetivamente en la
naturaleza, o trascendentalmente en el caso de las religiones. Al romperse la
eficacia del lenguaje sobre la realidad, el lenguaje queda flotando como una
mera narración, como un mero discurso.” (Maffia, 2007, p. 52)
El abuso al cual fui sometida,
solo se convirtió en tal hace unos tres años. Solo luego de ese tiempo se
modificó mi consensus y concibo esos actos como abuso, acoso o
violación. Ante la aparición del discensus, se modifica entonces el
consentimiento, aún cuando este, como hemos dicho, no posee el mismo valor en
todos y todas. El sujeto en cuestión, no ingreso su pene en mi vagina, sino que
me besó, abrazó muy, muy fuerte y apretado, y cuando se cambiaba de ropa antes
o después de clase, solo si estábamos los dos solos, se desnudaba completamente
frente a mí.
Si a pesar de que estos actos
no son popularmente condenados o deducibles como acoso, violación o abuso; lo
cual afirmo gracias a que cuando relato la situación vivida, no hay consensus respecto de
que ellos lo sean; por mi parte he de considerarlos como tales luego de tres
años de haber sucedido y en adelante, y deduzco que la razón por la cual
abandoné ese taller de danza meses antes de su culminación, fue porque mi
profesor realizó actos deliberados sobre mi persona; actos que se realizaron
por fuera de mi consentimiento, más que junto a él, puesto que no se lo trae a
colación.
Si mi consentimiento queda
flotando en el aire, no tiene efectos sobre la realidad. Y ante la ausencia de
consentimiento, aparecería inmediatamente el consensus, en este caso,
más que el discensus. Es decir que estos actos se apoyan bajo la tutela
de un universo cultural conocido, que jamás se pone en cuestión. La
conformación del deseo en nuestra forma social actual, en occidente mayormente,
se apoya en consensus que no reflejan nuestras condiciones reales de
existencia, sino más bien transposiciones imaginarias de las que debemos dudar.
El ejercicio de las relaciones
humanas se comprende bajo un contexto que es interesante analizar cómo se
organiza, puesto que existen muchos factores que lo sustentan, y que generan
efectos por fuera de lo evidente. Es posible realizar una analogía sobre
acciones que se dan en variados contextos culturares, para así cuestionar la
verdad o falsedad de las cosas y dar lugar -o poder- a la subjetividad y a la
experiencia como condiciones reales de existencia. Deliberada por el paso del
tiempo, la experiencia dota a quien la vive, de un fortunio que puede ser
suficiente para producir los efectos que el mismo sujeto determine. Esto se traduce en que
desde hoy, ese profesor abuso de mí y eso es un acto condenable, aún cuando han
pasado siete años de su realización. Ello no inhibe su responsabilidad al dar por hecho un consentimiento y hacer uso
de un consensus que lo habilita. Al analizar y comprender como se
organizó este contexto, nos posibilita observar los efectos que se traducen de
estos actos y repensar el ejercicio de nuestro deseo.
Aquí el abuso se inaugura en
cuanto mi criterio carecía de determinadas experiencias, y esas experiencias
eran de todas formas diferentes a la de ese profesor. Desde mi criterio, el
ambiente de la danza se erigía desde experiencias liberadas de juicio afectivo,
por lo tanto estos actos no tenían un designio particular, acotado a nuestra
relación, ni respecto de la relación con otros. Yo creía que tal como este
sujeto establecía esa relación conmigo, lo hacía con otros. Pero lo hiciera con
otras o no; no lo hacía con todas las otras, ni con todos los otros. El lugar
de poder se hace visible en estas diferencias y acontece gracias al consensus
respecto de los roles que jugamos en estos contextos. Modificar o no estos
roles, no está tanto en nuestro consentimiento como en modificar el consensus,
establecer juicios donde pareciera no haberlos, fortalece el ejercicio de
nuestro consentimiento y por lo tanto de nuestra libertad.
Bibliografía
Althusser, L. (1969) Ideología y aparatos ideológicos de
Estado, Freud y Lacan. Recuperado de: http://www.philosophia.cl
Austin, J. (1982) Cómo hacer cosas con palabras:
Palabras y acciones. Recuperado de: http://www.philosophia.cl/
Fraisse, G. (2011) Del Consentimiento (1a.ed.)
Santiago, Chile: Palinodia.
Maffia, D. (2007) Desafíos
actuales del feminismo. Taller de Géneros y Educación Popular. En: Korol, C.
(Comp.) Hacia una
pedagogía feminista. Géneros y educación popular. (pp.41-68), Buenos
Aires, Argentina: El Colectivo, América Libre.
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