Capacitismo y danza: ¿Qué puede un cuerpo?


Texto publicado en la Revista Código y Frontera:

 https://www.codigoyfrontera.space/2024/02/20/capacitismo-y-danza-que-puede-un-cuerpo/

 

“Queríamos salir de las presentaciones sobre el Día de la Discapacidad o para tapar «huequitos», queríamos integrarnos en el mundo de la danza como cualquier otra persona. Muchas veces no nos daban el espacio para hablar sobre nosotras mismas, siempre preguntaban quién estaba detrás, como si nosotras no tuviéramos el poder.“[1]

Rita Noutel

La danza se entiende, de forma más o menos homogénea, como un arte ejecutado por cuerpos capaces de dominar técnicas que le permiten expresarse. Estas técnicas, incluyen una serie de movimientos que al ser ensamblados unos con otros devienen en una coreografía. El ballet, la danza moderna o la danza contemporánea son solo algunos ejemplos de estas técnicas. Pero ¿cómo es que a través de esta definición hay personas que pueden quedar excluidas de la danza? ¿Cuáles son los cuerpos que danzan y cuáles no?

Existe una barrera invisible que se ha construido a lo largo de la historia, la cual limita el acceso universal a la danza y que contribuye a definir lo que entendemos por este arte. Esta barrera se constituye gracias a lo que se conoce como capacitismo, el sistema de organización social de los cuerpos según lo que son capaces o no de hacer, en el cual convivimos todxs. El capacitismo, en palabras de Itxi Guerra, se define como: “la discriminación (…) en un sistema cultural, político, social y económico que se ejerce hacia las personas discapacitadas por el hecho de serlo, y surge en un sistema capitalista que lo que hace es poner en valor sobre la productividad de las personas, y no sobre el hecho de que son personas.

A partir de esta definición, una mirada capacitista en danza, es aquella en la que un cuerpo idóneo es igual a un cuerpo capaz y productivo, es decir, virtuoso. Los cuerpos bailarines son como deportistas de alto rendimiento: se espera de ellxs el máximo de sus capacidades.

Las perspectivas de Itxi Guerra sobre el capacitismo continúan de la siguiente forma: “(…) a la hora de entender que las personas solo valen por lo que producen, estamos como dividiendo la sociedad en personas que sí que producen y en personas que no, o que se entiende que no, o que no producen tanto como se desearía. Entonces, a esas personas que no producimos tanto como se desearía o que no producimos, se nos discapacita.”

Es interesante como esta definición devela una forma de organización del valor de las personas en la sociedad dada por la capacidad de producción de sus cuerpos, y que esa capacidad, genera una categoría. Este sistema capacitista nos señala qué cuerpos son capaces para qué y cuáles no a partir de cuestiones que muchas veces son aleatorias y que no corresponden con la realidad efectiva de los cuerpos.

Dagoberto Huerta, gestor, docente y bailarín sordo, en entrevista con el Podcast Acuerpando: danzas desde el margen, comenta:” nosotros, como personas en situación de discapacidad, no necesitamos que nos traten como una persona especial, tenemos las mismas capacidades muchas veces, entonces necesitamos solamente la igualdad”. A partir de aquí valdría preguntarnos qué es lo que produce la desigualdad y qué valor juegan las categorías en ese respecto. 

Al momento de hablar de danza y discapacidad, quisiera proponer tres perspectivas que ejemplifican diferentes maneras de comprender el funcionamiento de esta organización social de los cuerpos según su productividad. En primer lugar, la perspectiva capacitista, que como ya señalaba, corresponde al modelo hegemónico en el cual existen personas que cumplen con las características deseadas para bailar de forma profesional y otras que no. En segundo lugar, existe una visión integradora y/o inclusiva a partir de la cual se han creado, alrededor de todo el mundo, compañías de danza, espacios pedagógicos y técnicas, como por ejemplo la reconocida danceability, la cual tiene hoy en día la misión de: “dissolve barriers and connect people with and without disabilities through dance and movement” (disolver barreras y conectar a las personas con y sin discapacidad a través de la danza y el movimiento).

La visión integradora o inclusiva busca romper las barreras sociales y persistir en la convivencia social, pero muchas de sus propuestas se generan a partir de criterios asistencialistas, desde donde la danza se plantea como una actividad terapéutica o de superación y no como una posibilidad de desarrollo artístico profesional. Desde su experiencia, Dagoberto Huerta cuenta que la danza y la inclusión en espacios educacionales funciona a veces como “el módulo de niños con discapacidad [que] se presenta como para sensibilizar al resto” reproduciendo, con criterios de inclusión, una mirada capacitista en la cual la persona con discapacidad se transforma en un “objeto especial”.

Una manera de superar este conflicto es a través de una tercera perspectiva que reconoce la accesibilidad como el principal criterio a resolver para solucionar el problema de la convivencia social. La accesibilidad reconoce las deficiencias del sistema capacitista, sobre todo a partir de que esta forma de discriminación resta –primero que nada- agencia a las personas en situación de discapacidad, al dudar de sus posibilidades y de sus decisiones, por lo tanto, degenera constantemente su autonomía. Iniciativas como el danceability reconocen, por primera vez, que la convivencia requiere adaptación, al desarrollar técnicas de danza con metodologías particulares como esta que data del año 1989.

Los problemas de convivencia de nuestra sociedad capacitista muchas veces surgen primero en torno a cuestiones materiales más que simbólicas. Las personas discapacitadas tienen que lidiar con barreras de acceso que suceden previas a cualquier intercambio social. Para comprender esto, podemos preguntarnos si todos los espacios por los que transitamos tienen rampas de acceso para sillas de ruedas o no. O bien, preguntarnos si todos los teatros y espacios culturales de la ciudad de Buenos Aires son accesibles.

Parte de los desafíos de una danza accesible se encuentran en el mundo de la educación. Lucrecia Aquino, profesora del Departamento de Artes del Movimiento de la Universidad Nacional de las Artes, comenta algunas de sus reflexiones a partir de la implementación de las políticas de libre acceso en el año 2015.

Este proceso, señala, requiere de un cambio de base muy complejo, la integración: “implicó cambios en mi didáctica, charlas con el grupo, exponer la metodología que se iba a usar para que el resto me pudiera ayudar y acompañar”. A raíz de esta labor, Lucrecia refuerza la importancia de incluir un respaldo profesional que pueda brindar herramientas más específicas a las y los profesores, para así generar “intercambios con otras profesiones que colaboren, que entren en ramas donde nosotras o nosotros somos ajenos”. En este punto concuerda Dagoberto Huerta, quien apunta: “La educación es la base fundamental. Si nosotros queremos incluir a personas sordas a nuestras aulas de danza, tenemos que preparar a los profesionales justamente para eso”. Tanto Lucrecia como Dagoberto hacen hincapié en la búsqueda de proporcionar las herramientas necesarias para la convivencia y es aquí donde la institución podría reforzar su rol integrador.

Dagoberto, director de la Academia de danza que lleva su nombre ubicada en Marchihue, en la zona centro sur de Chile, fue también un profesor y bailarín oyente. Hace alrededor de 10 años perdió totalmente la audición lo que, según señala, cambio completamente la perspectiva de sus clases. Su metodología se esboza a partir de la vibración, en las clases que realiza a personas con o sin capacidad de audición. Como coreógrafo, Dagoberto trabaja con un equipo de personas que colaboran en la interpretación del carácter estético de la música, la cual se desarrolla desde un universo sonoro y vibracional al mismo tiempo.


La creación artística es, más allá de las capacidades humanas, una relación sensible con las cosas, una reinterpretación de la vida que se sucede a sí misma en un loop constante. Un lenguaje, una manera de comunicarnos con el mundo y con nosotrxs mismxs. Una manera de descubrir quiénes somos a través de la vida cambiante de la que somos parte.

El arte, entendido desde la accesibilidad, implica hackear los cánones preestablecidos. Para la danza, significa deconstruir un imaginario asociado a ciertos tipos de cuerpos y de movimientos. Reinventar la danza o “grafitearla” como nos sugiere la historiadora de la danza argentina Eugenia Cadús: dibujar sobre ella, sin disolver lo que nos antecede, y proponer nuevos significados posibles. Adoptar sobre la misma una actitud flexible que optimice la llegada de nuevas formas de entendimiento. Cuando Rita Noutel baila flamenco, hackea lo que entendemos por danza, en la medida en que no responde a lo que se espera que un rol femenino interprete. Rita, bailando desde su silla de ruedas, nos desafía a preguntarnos qué es la danza. El flamenco desde una silla de ruedas es flamenco, pero de una manera nunca antes vista.

Es interesante pensar qué le sucederá a la danza luego de aceptar la invitación a sumergirse en estos desafíos, en vez de rechazarlos porque comprometen el espacio seguro que define a esta disciplina. ¿Qué hace que la danza sea danza? ¿La técnica, la ejecución, el cuerpo coordinado o el movimiento de un cuerpo? ¿O es acaso su performatividad, es decir, su puesta en escena la que conforma a este arte? Una obra de danza es mucho que la morfología de un cuerpo, requiere de variados elementos para constituirse como tal –escenografía, iluminación, vestuario, sonido, tiempo, dramaturgia, entre otros- pero siempre estará supeditada por los significados sociales que emanan de los cuerpos, los cuales están organizados a partir del sistema capacitista.

La organización social capacitista se reproduce de manera similar a la del género. Como dicen muchas teóricas feministas, el género se construye, así mismo la noción de capacidad y su normativa. La sociedad ejerce mecanismos de exclusión sobre ciertas corporeidades de manera directa, aunque la presión por la normatividad la vivimos todas las corporalidades, sin excepción.

Aunque las políticas de libre acceso por parte de la institución dan cuenta de una toma de conciencia que pretende cambiar la anquilosada barrera del capacitismo, entendemos que este es solo el comienzo de un cambio muy grande que implica modificaciones sociales, materiales, legislativas y de mentalidad que, en estos contextos tan fieros, parecen más difíciles. De todas formas, estos pequeños espacios de reflexión siempre se traducen en oportunidades de contagio que nos acercan a un “existir más accesibles todos los días” como nos desafía Sefu en el Podcast Acuerpando.

 

Imágenes de la obra "Plazer" del Colectivo chileno Enpuja.

PH Paulina Durán

 

Enlaces de interés:

Academia Dagoberto Huerta

https://www.instagram.com/academiadedanzadagobertohuerta/?hl=es

Podcast Acuerpando: danzas desde el margen
https://open.spotify.com/show/1twUoeAvXyNl86tmD9o9Bl?si=78bc27fd20db4525

Compañía Danceability

https://www.danceability.com/

 



[1] Retirado de: https://www.culturia.es/culturia-profana/rita-noutel-el-capacitismo-es-la-discriminacion-hacia-las-personas-con-discapacidad/

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