Apuntes: Consideraciones para la teoría de danza contemporánea

“En lugar de la hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”¹

¿Será un problema describir lo qué es, contiene y constituye mínimamente una obra de danza contemporánea? El texto-centrismo nos tiene sumidos a permanecer por debajo de las artes dramáticas, más la fungibilidad de la obra de danza, no ha sido posible establecer un lugar estable para esta disciplina dentro de la crítica de arte, de la filosofía, del museo o de la guía de espectáculos, etc. Aún así, el espectáculo espectacular, la danza jazz, el musical o el cabaret, por nombrar ejemplos de danzas que centran su objetivo en la forma más que en el contenido o concepto, en el efecto por sobre el significado, es una manifestación que congrega público, es atrayente y ha sido fórmula vendible en televisión.

Entonces tenemos que, la experticia técnica es cotizada; junto con un resultado, no tanto empírico, sino que permanezca en el tiempo, como es el caso del texto dramático. La experiencia de la danza contemporánea de estar por fuera, de remitirse de forma primigenia a cuestiones no racionales o no culturales, prueba su disgregación. No es esto el único resultado trascendente que arroja un análisis posible respecto de toda la danza contemporánea como fenómeno, pero si resalta y molesta el hecho de que, continuamente, no sea considerada dentro de los análisis teóricos del arte, teniendo incluso la performance, un medio de expresión artística mucho más joven y menos academizado, más protagonismo que la danza.

¿Qué le hace falta para que se hable de ella? ¿O es qué es desafortunado juzgar su validez a partir de una perspectiva netamente teórica? Más bien esta condición llama la atención por parte de quienes le otorgamos tiempo y queremos reflexionar desde ella.

Si todo es ideología, desde que el lenguaje nos interpela (Althusser, 1969), no hay condecoración abstracta en el ser humano, sino primeramente y casi de forma arbitraria, el lenguaje. En gran parte por el occidentalismo que heredamos de Europa, dejando el eslabón de la interpretación como un interfaz propio de nuestra cultura.

Este texto es valido a partir de la interpelación que activa al ser leído. Su condición ideológica proviene de la elección de conceptos, palabras, desde su morfología.

¿De qué habla la danza contemporánea? No importa ya hacer un desglose, una alocusión descriptiva (por lo tanto constatativa), sino el cómo, dentro de sus propias interpretaciones, su dialéctica particular acaece, propiciando una condición performativa para su análisis teórico, es decir, atravesada por el lenguaje.

Sin ánimo de delimitar estilos, la manifestación de la danza contemporánea se asimilada bajo la experiencia y respecto del dispositivo que instala, generando decodificaciones espontáneas y variables en cada espectador.

Cuando la obra utiliza el lenguaje como dispositivo suscita un juego espacio-temporal desde su locusión, variando, a través de su ilocusión, sus efectos, o sea, la concreción o condición perlocutiva de su emisión (Austin, 1952). Produciendo así una decodificación desplazada del uso clásico del lenguaje, modificando el significado.

No podríamos aseverar que esto solo ocurre desde y en la danza contemporánea, es propio y parte del teatro físico, teatro posdramático y la fotografía quizás, el recurso de la palabra aislada o del desplazamiento del sentido de una narración.

El cómo se hace lo que se hace, como dice Paulina Mellado (2008), se encuentra atravesado por una decisión estética que pocas veces ha sido sistematizada. La técnica de la danza contemporánea, el cómo, plantea una discusión en relación a la experticie -más que estética o compositiva- del ejecutante de la disciplina. El uso del término, heredado del mal llamado primer mundo, nos obliga a posicionarnos desde parámetros ideológicos que no nos corresponden, aún cuando en efecto la práctica exista y goce de una tradición en nuestro continente.

1 Sontag, S. (2008) Contra la interpretación (1a.ed.) Buenos Aires, Argentina: De Bolsillo.