Moxie o cómo nos hubiera gustado que fuese la escuela.



La recién estrenada película de Netflix “Moxie” abre un nuevo panorama en el abanico de comedias adolescentes gringas. Un nuevo respiro y uno de esperanza ante la tópica de los dramas de secundaria.

Dirigida por Amy Poehler, una de las mujeres pioneras en la comedia, desarrolla con estilo un relato necesario y esperado que habla del odio y la intolerancia que circula en las escuelas, de las relaciones hechas a base de la competencia y el miedo y rompe el tejado de vidrio respecto del acoso sexual cotidiano y naturalizado en el ambiente escolar.

Muchas mujeres adolescentes vivimos situaciones que no pudimos calificar como acoso y que la película problematiza de forma directa. Siempre desde su ángulo de comedia, cuestión que alivia la tensión que genera dialogar en torno a estos temas. ¿Qué es lo que pasa con esta tensión? Que una vez que aparece, percibimos la incomodidad. La película dobla la incomodidad, naturalizando la pugna existente entre quienes ven el problema y quienes no lo ven: protagonista y antagonista en épocas del #Metoo.

En esta adaptación fílmica del libro de Jennifer Mathieu, hilamos más fino respecto del acoso sexual, donde, al ir más allá nos damos cuenta de que es la misoginia la base de una construcción que nos invita a preguntarnos sobre el rol que las mujeres y las diferentes interseccionalidades que se cruzan en ellas, juegan en el espacio educativo: ¿Qué desafíos nos ponen a las mujeres en etapa escolar? ¿Qué liderazgos nos permiten asumir? Este tipo de cuestionamientos abre una película como Moxie.

La comedia estrenada a días de un nuevo paro mundial feminista, pone en la mesa temas como el feminismo, la interseccionalidad y el racismo en la escuela. A partir de allí, crea un espacio donde las mujeres hablan por sí mismas, de sus batallas cotidianas y de quienes son, más allá de las etiquetas externas. Cooperan entre ellas y se escuchan. Se aman. Activan instancias de las que personas como yo, hubieran soñado ser parte en sus años de estudiante de enseñanza media.

Transita lugares comunes como el amor heterosexual, aunque no hace de ellos el leitmotiv principal de su protagonista y sugiere nuevos códigos para este forma de vincularse. Acomodándose dentro de una ruta comercial, haciendo uso de roles estereotipados y desarrollos dramáticos predecibles, la película protagonizada por Hadley Robinson es un pequeño triunfo dentro de un género que se ha dedicado históricamente a ser el reflejo más agresivo de la discriminación y la violencia, que bajo el imperio de la superficialidad, nos mostró el desafío insulso de crecer en sociedades como la norteamericana.


Comentarios